domingo, 31 de agosto de 2014

Londres-Bruselas 2010

Este texto fue escrito en 2010 tras el viaje realizado en primero de Bachillerato, como viaje de fin de curso.

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Volamos.
Desde una ciudad pequeña a una hermosa capital europea. El frío y la esponjosa nieve nos daban la bienvenida en un viaje repleto de anécdotas, conocimiento, experiencias y recuerdos. La majestuosidad de la Grand Place nos ofreció una belleza nocturna inusitada en España. Aquellos edificios inspiraban recuerdos de otras épocas de gran poderío y mayor esplendor. Desde la sauna del hotel vimos la ciudad que durante dos días nos iba a acoger como a sus hijos. Esa gran metrópoli llena de vida, cultura y dos idiomas.
Visitamos la comisión europea y confirmamos que Valladolid forma parte de Europa. Un paseo nevado por la ciudad nos invitó a perder la cabeza en la Plaza del
Cincuentenario. Una ciudad cargada de belleza, libros y mucha nieve. Al día siguiente con los dedos entumecidos visitamos el parlamento. Ese edificio que habíamos visto en los telediarios. Aquel hemiciclo hacía reflexionar sobre el diálogo, los idiomas y la unidad de miles de personas con un territorio en común. Antes de marchar visitamos el famosísimo niño meón y paseamos por última vez por aquellas calles congeladas con aroma a chocolate; un ejemplo de cómo el siglo XXI come terreno a las lejanas épocas doradas…
Un tren subacuático nos llevo a una isla donde todos creíamos conocer el idioma, pero la realidad es completamente diferente. El primer paseo por Londres nos acerco a un mundo de enorme bullicio y variedad, donde algunos nos quedamos con peligrosas historietas. La mañana siguiente conocimos el abarrotado Tube, que nos llevo a Camden Town. Un mercado lleno de cachivaches, camisetas y demás innecesarios artículos que adornan nuestras estanterías con una dosis de nostalgia y amor. Visitando los edificios, Saint Paoul, las casas del parlamento, las orillas del Támesis, el ojo de Londres. Una ciudad para pasear.
 El museo británico nos mostró el alcance de la creatividad, la sabiduría y la belleza de los humanos a lo largo de toda la historia y todas las culturas. Bajo la severa mirada del General Wellintong pudimos observar grandes obras maestras en la National Gallery. La luz y la fuerza de los girasoles de Van Gogh nos incitaban a disfrutar cada momento como si fuera el último.
La imponente guardia real no nos quiso acompañar a Buckingham Palace, el pequeño hogar de la Reina de Inglaterra. La artificial luz de Picadilly nos recordó que seguíamos en el futuro tras un largo día de viajar en el tiempo. El día siguiente fue para la ciencia. Estuvimos en el National History Museum y el Science Museum. El cerebro humano ha conseguido llegar a límites de sabiduría y conocimientos que no solemos apreciar. Por la tarde visitamos el templo del capitalismo y el consumismo. Los Almacenes Harrod´s enjabonaban las plantas con todo tipo de artículos: peluches, instrumentos musicales, alta tecnología, libros, ropa, mobiliario y etiquetas con excesivas cifras delante de la británica libra (Hilario: no sé donde esta la L de la libra, si la puedes poner…)
Como la nieve de Bruselas, la lluvia y la niebla de Londres nos acompañaron hasta el último día. El último paseo… Agotados los cuerpos subimos al autobús soñando, imaginando y deseando volver sin habernos marchado.

El avión nos traslado de nuevo a nuestra ciudad natal mostrándonos la incomparable vista del mundo desde el aire; reflexionando sobre nuestra Tierra, enormemente desconocida, con ansias de ser visitada y mostrarse, de viajar… Pero gracias a este viaje cargado de tonterías, idiomas desconocidos, nuevas culturas, enchufes de tres clavijas, marca páginas y recuerdos; dos grandes ciudades de este pequeñito mundo están un poco más al alcance de nosotros.

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